La felicidad no es lo mismo que el buen humor, pero el buen humor es una de las manifestaciones de la felicidad. El hombre es el único animal que ríe, dijo el fi1ósofo francés Bergson. Por medio de la risa se expresan la sociabilidad humana, la simpatía, la generosidad, la amabilidad. No perder el humor, a pesar de todo, es un signo de inteligencia.
El buen humor es, además, un rasgo de buena educación. Las personas malhumoradas y cascarrabias se vuelven incómodas para los demás. Sobre todo, el buen humor es un recurso para aceptarse uno a sí mismo y para remontar de las adversidades que nunca faltan (…).
El niño no sabe regular sus emociones. Pasa del llanto a la risa con una facilidad envidiable, sobre todo cuando es pequeño. Depende de los demás y es fácil distraerle y hacerle olvidar en seguida los malos ratos. A medida que aumenta la independencia, aumentan también la inseguridad, los momentos de tristeza, los enfados y el malhumor empiezan a ser frecuentes. Empieza la etapa -pre y adolescente- en que hay que aprender la dura tarea de superar las frustraciones y aceptarse uno mismo. Aprender a aceptarse con humor y con los propios defectos, pues nadie mínimamente inteligente puede llegar a estar satisfecho consigo mismo. Poner “al mal tiempo buena cara”, porque el humor cura, ayuda a vivir, es liberador(…)
«Que la vida iba en serio / Uno lo empieza a comprender más tarde» empieza un poema de Jaime Gil de Biedma. El privilegio inherente a la infancia es no darse cuenta de la seriedad de la vida(…).(p.17-18)
Fuente: Extractos de las páginas 17-19 del libro de Victoria Camps "¿Qué hay que enseñar a los hijos?" Ed. Proteus