martes, 30 de noviembre de 2010

205.- Prejuicios

En el acto de prejuzgar, incurrimos en una defectuosa cognición que tiene consecuencias tanto para el individuo, grupo sobre el que prejuzgamos, como para nosotros mismos.
Es un error de nuestro conocimiento en el que podemos distinguir la precipitación, o establecimiento de conclusiones previas al análisis imparcial de las premisas y de razones suficientes. Es un mecanismo rígido que precede al acto mismo de juzgar, gravitando sobre él y condicionándolo. Un “molde” obsoleto y determinante.

Se ha dicho que en el origen de los prejuicios, podía hallarse una conducta casi “tribal” en la que rechazábamos lo diferente por temor a que pudiera representar un peligro en nuestra supervivencia. Pero, como en muchos otros aspectos, aquellas conductas casi automáticas, han de irse haciendo adaptativas y cuestionadas por nuestra racionalidad. Einstein se lamentaba de que era más fácil conseguir deshacer un átomo que un prejuicio y quizá sigamos asistiendo a un mayor “progreso” tecnológico, que social y moral.
¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio!
(Einstein)

El video representa de manera gráfica la "pesada" carga que nos supone tener prejuicios (duración del video: sólo dos minutos)

lunes, 15 de noviembre de 2010

204.- Preguntas de la vida : La muerte

Este tema es muy delicado, porque en nuestra cultura occidental es temido y negado. La muerte es considerada sólo un accidente inesperado que es necesario ocultar. Pero sin embargo es la que condiciona toda la vida, la creatividad, el arte, todo lo que hace soportable la circunstancia ineludible de la finitud (…)

El pasado y el futuro son los dos espacios de lo imaginario. El pasado siempre es añoranza porque se nos va lo que conocemos, como por ejemplo, nuestro cuerpo chiquito de la infancia o nuestros padres. Siempre estamos perdiendo algo y tenemos que acostumbrarnos a ello y a despedirnos, o sea, a elaborar duelos. No sólo de las personas, sino de las cosas: el trabajo de duelo es una función básica. Un depresivo se puede definir como la persona que no aprendió a despedirse, a decir “Chau, mi cuerpo infantil” o “Chau, mamá” También hay despedidas extremadamente dolorosas, como ese chau que viene a contramano: “Chau, hijo mío” (…).

Tenemos que aprender esta ceremonia de la despedida, que es el duelo. He viajado mucho y a lugares extraños, he estado con indios en el Amazonas, en Estados Unidos, en lugares muy marginales como el Bronx y más tarde en la India. En estos lugares percibí las distintas formas de resolver los duelos. Entonces, lo que hace el duelo es enterrarlo, ya que los muertos se entierran con palabras en el corazón, sólo el cuerpo se deja en la tierra. Simbólicamente, la losa del sepulcro tiene un significado antropológico, es algo pesado que impide que el muerto vuelva, porque en lo interno, el muerto vuelve si uno no lo elabora (…)

Todas las culturas tienen una ceremonia que es el funeral, en especial las culturas primitivas, más sabias y ecológicas, que tienen una buena relación con la muerte, mientras que las tecnológicas, como la nuestra, tienen ceremonias muy pobres, muy breves, como para terminar pronto y olvidarse. Antes, el velatorio se hacía en la misma casa donde había vivido el muerto, eso era importante, porque era en esa casa donde no iba a estar más, esa escenografía permitía que la despedida fuera honda, permitía el llanto y que cada uno contara algo del “finadito”, es decir, que se hiciera un constructo imaginario de esa persona. (…) Actualmente, la familia va a una funeraria, y les dan, por ejemplo la habitación 4, un departamento anónimo (casi como un albergue transitorio para muertos). Los deudos no hacen nada, no participan como los de antes, que cavaban, construían el cajón, o tenían alguna tarea en la preparación del cadáver, como vestirlo o amortajarlo. Aquí y ahora, todo lo hacen empleados que ni conocieron al muerto, luego los deudos están diez minutos, toman un cafecito y se van.

Los llamados salvajes del Amazonas, cuando muere alguien, hacen unas ceremonias hermosas llenas de sentimiento y respeto. Hacen un lío bárbaro, se pintan con cenizas, se tiran al suelo, lloran días enteros, algo muy profundo. Antes de la semana, levantan al muerto, lo ponen en una canoa y lo empujan por el río, con comida y cubiertos, para que vaya a la ciudad de los muertos y al finalizar la semana terminan, se bañan y quedan en paz .Esa es una cultura que elabora correctamente el tema de la muerte, mientras que la nuestra no lo hace bien. En realidad, los salvajes somos nosotros. (…) Uno de los instrumentos valiosos que la naturaleza nos dio es el llanto, que al ser convulsivo, relaja la musculatura, porque la muerte produce miedo-contracción, y como el llanto afloja, lo que hay que hacer es llorar plenamente para aflojar la contracción muscular y disminuir la angustia.

Hay un tema que nos defiende de la muerte, y es el amor, es lo único que puede enfrentar a la muerte. La muerte y el amor son antagónicos, lo cual tiene que ver con que yo existo porque otro me mira, y si ya no me mira yo no existo más. Además, yo no muero del todo, si alguien me recuerda. En Madrid leí el lema de un escudo que decía: “Vivir se debe de tal suerte, que vivo se permanezca en la muerte.”(…)
Una frase fundamental de Pichón era: “La muerte está tan lejos como grande sea mi proyecto”. O sea, si yo no tengo una esperanza, un proyecto de vida, estoy muerto (…)

(Extractos del artículo "La muerte y los duelos" de Alfredo Moffatt)

Imagen: André Kertész (1984-1985)


martes, 2 de noviembre de 2010

203.- Sócrates

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" Alguno me dirá tal vez: “Pero, Sócrates, saliendo de aquí, ¿no podrás guardar silencio y estarte tranquilo durante el resto de tu vida?” -he aquí lo más difícil de explicar a muchos de vosotros. Porque si digo que eso es desobedecer a los dioses y que, por lo mismo, me es imposible callar y estarme tranquilo, no me creeréis y lo echaréis a broma y, por otro lado, si os digo que el mayor bien para el hombre es disertar todos los días acerca de la virtud y los demás temas sobre los cuales me habéis oído discurrir, al paso que uno se examina a sí mismo y examina a los demás, porque una vida sin examen no es vida, si os digo esto, todavía me creeréis menos. Empero, ello es así, atenienses; sólo que no es fácil persuadiros".

Apología de Sócrates (Platón)