sábado, 30 de enero de 2010

186.-BUEN HUMOR.- Leyendo juntos "¿Qué hay que enseñar a los hijos?" (Victoria Camps)

La felicidad no es lo mismo que el buen humor, pero el buen humor es una de las manifestaciones de la felicidad. El hombre es el único animal que ríe, dijo el fi1ósofo francés Bergson. Por medio de la risa se expresan la sociabilidad humana, la simpatía, la generosidad, la amabilidad. No perder el humor, a pesar de todo, es un signo de inteligencia.

El buen humor es, además, un rasgo de buena educación. Las personas malhumoradas y cascarrabias se vuelven incómodas para los demás. Sobre todo, el buen humor es un recurso para aceptarse uno a sí mismo y para remontar de las adversidades que nunca faltan (…).

El niño no sabe regular sus emociones. Pasa del llanto a la risa con una facilidad envidiable, sobre todo cuando es pequeño. Depende de los demás y es fácil distraerle y hacerle olvidar en seguida los malos ratos. A medida que aumenta la independencia, aumentan también la inseguridad, los momentos de tristeza, los enfados y el malhumor empiezan a ser frecuentes. Empieza la etapa -pre y adolescente- en que hay que aprender la dura tarea de superar las frustraciones y aceptarse uno mismo. Aprender a aceptarse con humor y con los propios defectos, pues nadie mínimamente inteligente puede llegar a estar satisfecho consigo mismo. Poner “al mal tiempo buena cara”, porque el humor cura, ayuda a vivir, es liberador(…)

«Que la vida iba en serio / Uno lo empieza a comprender más tarde» empieza un poema de Jaime Gil de Biedma. El privilegio inherente a la infancia es no darse cuenta de la seriedad de la vida(…).(p.17-18)

Fuente: Extractos de las páginas 17-19 del libro de Victoria Camps "¿Qué hay que enseñar a los hijos?" Ed. Proteus



jueves, 21 de enero de 2010

185.-Leyendo juntos: "¿Qué hay que enseñar a los hijos" ( I )

FELICIDAD
"¿Qué madre o qué padre no se ha protegido más de una vez en la fácil excusa: «yo sólo quiero que mi hijo sea feliz»? Querer la felicidad para sí mismo o para otro es un exceso: es quererlo todo. Pero al decir: «sólo quiero su felicidad» estamos haciendo una confesión de modestia: no ambiciono nada, no pido, no exijo, sólo quiero que le vaya bien en la vida, que sea feliz. Nos hemos dado cuenta de que tratar de conseguir un hijo a imagen y semejanza nuestra es iluso y peligroso. Nada es mejor cultivo para la frustración que el deseo no reprimido de ver en el hijo la reproducción de una imagen que previamente tenemos de él. O esperar que sea la compensación de nuestros defectos y faltas. Yo no pude ser médico ni ingeniera de caminos: que lo sea mi hija. Nada más contrario también a la felicidad.
El estoico Séneca, que escribió sabiamente sobre la aspiración humana a la felicidad, dejó dicho que «la vida feliz es la que está conforme con la naturaleza de las cosas». Quería decir que el camino para ser feliz es aceptar la realidad -en este caso, la de los propios hijos- como son: con sus defectos, sus miserias y sus debilidades.
Es contraproducente para la tranquilidad del alma, que seguramente es lo más similar a la felicidad, forzar en exceso a la realidad.
Pero una cosa es forzar la naturaleza de las cosas y otra muy distinta y nada recomendable, dejar hacer. La felicidad no consiste en una especie de estado beatífico en el que todos los deseos y satisfacciones han quedado satisfechos. Ese estado sería, para empezar, inhumano, impropio de nosotros. Nuestro objetivo no es, en realidad, poseer la felicidad, sino más bien buscarla, algo mucho más limitado y que consiste en tratar de obtener el máximo rendimiento y satisfacción con lo que libremente hacemos. En realidad la felicidad no es un objetivo que pueda buscarse por sí mismo. Es el producto obtenido al hacer otras cosas viendo un partido de fútbol, leyendo un libro, charlando con los amigos, planeando unas vacaciones, enrolándose en una ONG.
Lo primero que hay que aprender para conseguir esas pequeñas porciones de felicidad que puede proporcionar la vida, es que el ser humano se distingue del animal en que éste actúa por instinto mientras el hombre escoge su forma de vida. El animal hace lo que le apetece cuando le apetece: un perro ladra, come, duerme o juega cuando su instinto selo pide. El hombre, por el contrario, puede-digámoslo así- tomarse un respiro frente a lo que le pide el cuerpo. El hombre piensa, calcula ,mide, elige, decide y va construyendo su propia felicidad.
Por lo menos, lo intenta. Pues bien, esa diferencia el niño la desconoce.No sabe que lo que apetece en cada momento puede no ser lo más conveniente. Tiene que aprender a controlar las emociones, a esperar, a establecer una distancia entre el estímulo y la respuesta.
Algunos filósofos han insistido en que hay que aprender a distinguir la felicidad del placer. La idea era, en principio aceptable, pero dejó de serlo cuando la diferencia entre felicidad y placer se quiso llevar demasiado lejos, especialmente por obra de los puritanismos y fundamentalismos religiosos. Mi generación, y varias generaciones anteriores a la mía, por ejemplo, crecimos con la idea de que todo lo bueno, apetecible y placentero, era pecado. Es una táctica equivocada para descubrir la felicidad. Los dos grandes maestros del ser humano -dijo el utilitarista Bentham- son el placer y el dolor. Vamos en pos del placer y evitamos el dolor y el sufrimiento. Lo único que el humano puede y debe hacer, y que no hace el animal, es aprender a distinguir y jerarquizar placeres y dolores. A esta capacidad los griegos la llamaron «templanza». Orientar a un niño con respecto a la felicidad es habituarle a la templanza. A reprimirse cuando haga falta. A ser incrédulo con respecto a los modelos de felicidad que ofrecen la sociedad, el mercado, la política.
Ya lo dijo Aristóteles: la felicidad no consiste en obtener lo que la mayoría de la gente cree: dinero, éxito, poder, honores, belleza. Todas estas cosas ayudan, por supuesto, a estar bien con uno mismo, pero no son la felicidad misma. La felicidad -concluía el mismo filósofo- consiste en ser una buena persona
¡Vaya conclusión! ¿Qué es ser una buena persona? ¿Es que alguien puede saberlo? Estamos ante una de las grandes preguntas de la filosofía moral, ésas que no tienen respuestas definitivas, pero nos ayudan a pensar. No hay modelos que retraten a las buenas personas.
Es más: lo que los niños de hoy perciben como modelo es lo contrario de lo que dijo el filósofo: es feliz el más fuerte, el más rico, el más guapo, el más duro, el que sale vencedor de todas las batallas.
Es bueno el que gana y malo el que pierde. Ahí está la dificultad.
En este mundo de competencias, de perdedores y ganadores, ¿cómo hacerle entender a un niño que la felicidad se busca de otra forma, que no siempre es importante ganar y, sobre todo, que ganar no es lo que aparece como tal?
Contestar a estas preguntas con brevedad es imposible .A riesgo de simplificar y de dejar de decir muchas cosas, se me ocurre que, en nuestro mundo, hay por lo menos cuatro riesgos que crean malentendidos sobre la vida feliz. Para combatirlos, habría que tener claro lo siguiente:
1.:La felicidad no consiste en tenerlo todo ni en conseguir todo lo que uno se propone. Ser ambicioso es positivo, pero dado que no todo saldrá a nuestro gusto, es preciso aprender a superar y vencer las adversidades. Es la gran lección que nos enseñaron los estoicos, los únicos filósofos que se enfrentaron de
veras a los grandes problemas de la existencia humana: la enfermedad, el fracaso, la muerte.
2.:La felicidad sólo se consigue en compañía. Necesitamos a los otros para vivir y para ser un poco felices. y, al decir, los otros, no es legítimo pensar sólo en «los nuestros», sino en los que son realmente «otros». La televisión nos acostumbra a contemplar con impasibilidad absoluta el sufrimiento y la tortura
a que está sometida mucha gente.
Esa satisfacción con lo propio independientemente de lo que ocurra fuera se llama mezquindad.
3.:Hay una búsqueda de felicidad que acaba siendo autodestructiva porque convierte en fin lo que sólo era un medio. La adicción a las drogas, las sectas destructivas, la promiscuidad sexual, son mitificaciones de placeres que, a falta de control, acaban volviéndose contra uno mismo. Lo que los adultos deben preguntarse es hasta qué punto fomentan y no corrigen esas ideas de que la felicidad está en lo que produce sólo un placer inmediato.
Hasta qué punto lo están enseñando con su propia vida y con un dejar hacer que no sirve para formar criterio. La satisfacción de cualquier capricho, el recurso a los regalos como solución del aburrimiento, el consumo sin limites, favorecen la confusión de la felicidad con la satisfacción inmediata."( Pag 14-16)
Fuente: extractos del capítulo 1 " ¿Qué hay que enseñar a los hijos? "Victoria Camps

sábado, 9 de enero de 2010

184.- Año nuevo...Delirios viejos

Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea.
En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar.
Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar?
¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:
1. El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;
2. El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;
3. Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega (…)
4. Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas(…)
1. La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero; nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene.
2. El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;
3. La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;
4. Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;(…)
5. La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;
6. la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;
7. La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda
8. Una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú; en Argentina,
9. Las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;
10. La Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;
11. La Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: "Amarás a la naturaleza, de la que formas parte";
12. Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;
13. Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;
14. La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero. (Eduardo Galeano)


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Imagen:Anne Geddes